Hay una sabiduría muy antigua que dice que Todos somos Uno y que atraemos a nuestra vida aquello que necesitamos para evolucionar. En ese andar hay procesos que suelen ser incómodos, ácidos, muy dolorosos y muchas veces incomprensibles, y en esos momentos creemos estar solos, pero nunca es así.

Gracias a esos procesos aprendemos a reconocernos en la fuerza de la Vida y a encontrarnos en la Luz que somos más allá de toda sombra. Aprendemos a conocernos, aceptarnos y amarnos tal como somos capaces de amar a nuestros seres queridos. Aprendemos a darnos cuenta que no siempre nos damos ese amor y que es tiempo de empezar a hacerlo.

Hay mucho camino por recorrer, porque somos caminantes y a eso hemos venido; pero necesitamos recordar que en cada paso dejamos huella, nuestro andar no pasa desapercibido. En esa ruta nos encontramos con almas que son parte de todos esos aprendizajes. Algunas son desafíos, lecciones; otras son apoyo, acompañamiento. Algunas nos ponen a prueba, otras nos ayudan a encontrarnos cuando nos creemos perdidos. Y mientras nos animamos a descubrir el propósito detrás de cada lección, nos encontramos con nosotros mismos.

Pidamos que el Amor se manifieste en cada etapa, en todos los cambios y ajustes que la vida traiga. Que los desafíos nos ayuden a crecer, que los caminos se abran para que podamos realizarnos y que las recompensas se concreten amorosa y abundantemente. Pero más importante, pidamos ser conscientes que la vida es nuestro presente, es Ahora, para agradecer por cada instante.