Pensaba en esas situaciones dolorosas que vivimos de niños cuando nos hacían callar por decir algo "indebido", cuando expresarse con libertad se pagaba con castigo o burla..., y por eso aprendimos a callar y escondernos " por nuestro bien".. Nos enseñaban las virtudes teóricas de la sinceridad, sin embargo cuánto se le temía en la práctica.. Cómo no sentir que se debía pagar un precio por ser uno mismo, y que esa creencia se arrastre inevitablemente hasta la adultez.. Desde ese lugar se hace natural tener miedo de ser criticado, "condenado" o ridiculizado por una opinión, y hasta se lo puede confundir con la sana prudencia, siendo, en realidad, autocensura.
Ese miedo nos cuidó en algún momento, pero también nos colocó en un traje que ahora nos queda chico, o por lo menos incómodo, porque nunca dejamos de crecer.. Claro, nos preserva de la crítica; pero también nos priva de enriquecernos con el intercambio.
Creo que observar esto puede ayudar a comprender la realidad (no solo la nuestra) y qué es lo que seguimos alimentando: cómo nos relacionamos con aquellos que dicen lo que piensan o con quienes quieren controlar lo que otros piensan o expresan; y la más importante: qué tan censores o críticos somos con nuestra Verdad interior.
El Colgado y As de espadas, Tarot de Marsella.